«Siento que en estos meses hemos avanzado varios años en competencia digital», comenta David Santos, director del CEBIP Antonio Machado, desde su mitad de la pantalla de ordenador, que comparte con Ruth Rodríguez Berlanas, presidenta del AMPA de este colegio público bilingüe ubicado en el centro de Majadahonda, en Madrid. Ambos reflexionan, vía Google Meet, sobre los aprendizajes atesorados desde que empezó la pandemia y la educación presencial saltó por los aires. «Ni todos nuestros niños y niñas tenían los dispositivos necesarios para conectarse desde casa, ni todas las familias, alumnos y profesores tenían la suficiente competencia digital», recuerda Santos los primeros escollos. Un año después, la comunidad educativa tiene la sensación de haber pasado el examen, pero es consciente de que «quedan flecos».
El Ministerio de Educación y Formación Profesional define competencia digital como «aquella que implica el uso creativo, crítico y seguro de las tecnologías de la información y la comunicación para alcanzar los objetivos relacionados con el trabajo, la empleabilidad, el aprendizaje, el uso del tiempo libre, la inclusión y participación en la sociedad». Es competencia clave en el sistema educativo español junto con la lingüística, la matemática, las sociales y cívicas, el espíritu emprendedor y el aprender a aprender. Llevamos años debatiendo sobre ella. Pero cuando el 14 de marzo de 2020 se implantó la educación a distancia «ni siquiera sabíamos con qué infraestructuras contábamos, ni quién las tenía en casa y quién no», lamenta Fernando Trujillo, profesor de la Universidad de Granada y socio fundador de Conecta13, consultora sobre educación, desarrollo profesional y TIC. «Quizás el principal avance haya sido tomar conciencia de que lo digital está ahí», tercia.
Falta un uso crítico de la Red
Coincide con el griego Pan Kampylis, coordinador del desarrollo de SELFIE (herramienta gratuita de la Comisión Europea para ayudar a los centros educativos a evaluar su situación en relación con el aprendizaje en la era digital). Él afirma que profesores, padres y alumnos están mejorando, poco a poco, en competencia digital. «Damos por hecho que la de los alumnos es buena, pero solo un 2% de los chicos de 13 o 14 años sabe hacer un uso crítico de la información que obtiene de Internet», alerta. Kampylis dialoga, en un buen español, con la experta en educación digital María Zabala dentro del webinar Repensando la Educación: Formando a familias y docentes en competencias digitales de Internet, organizado por Educación Conectada (proyecto de la Fundación de Ayuda a la Drogadicción (FAD), y BBVA). Entre ambos dibujan un futuro híbrido.
El Ministerio de Educación y Formación Profesional y el Joint Research Centre (JRC) de Sevilla de la Comisión Europea presentaron en febrero el estudio La capacidad digital de los centros educativos españoles, elaborado mediante la herramienta SELFIE. «Los datos reflejan una valoración muy alta por parte de los colectivos participantes (docentes, equipo directivo y alumnado) en las áreas de infraestructura-equipamiento y apoyos-recursos. El área de prácticas de evaluación y el de colaboración-redes son las que presentan un mayor margen de mejora», resume INTEF (Instituto Nacional de Tecnologías Educativas y de Formación del Profesorado) en nota de prensa. La falta de tiempo del profesorado es la principal barrera, seguida de la falta de financiación y la adecuación del equipamiento en el centro (pero no la conexión a internet), según añade.
Puesta a punto
El Antonio Machado llevaba varios cursos andando por camino digital, disponía de carritos con iPads y Chromebooks, utilizaba las herramientas educativas de Google a partir de 4º de Primaria y hacía formaciones internas sobre TIC. A raíz de la pandemia compró más dispositivos. «Todavía estamos esperando todos los recursos que iba a mandar la Administración», se queja Santos, aunque, en honor a la verdad, señala que una semana antes de esta videollamada recibieron 18 tabletas, tres ordenadores y un email anunciando un portátil para el director. Actualmente todos los niveles, de Infantil de tres años a 6º de Primaria, tienen Classroom como complemento a la educación presencial. «Es muy útil como apoyo, ya que trabajamos por proyectos y rincones, sin libros de texto. Pero la presencialidad es fundamental», subraya. «Las TIC son una herramienta, no un propósito», defiende, e insiste en que primero es la pedagogía y después, la tecnología.
Entre recursos propios, donaciones de fundaciones y un convenio de colaboración con la entidad pública Red.es, la Consejería de Educación y Juventud de Madrid avanza que distribuirá más de 112.000 ordenadores y tabletas en los colegios e institutos de la Comunidad. «A ellos se deben sumar los que han comprado los centros con cargo a los fondos extraordinarios que el Ejecutivo madrileño repartió en septiembre, para el inicio del curso escolar 2020/21», aclara la información suministrada por su gabinete de prensa. Antes de que termine el curso, cerca de 900 centros educativos públicos tendrán «banda ancha ultrarrápida», según prosigue; serán 1.300 centros de la región para finales de 2021. También informa de que se ha dado «un importante impulso» a la plataforma educativa EducaMadrid. Y de que el plan de formación del profesorado del curso 2020/2021 pone el acento en las herramientas tecnológicas y la transformación digital de los centros.
Cuantitativamente, el salto hacia la integración de lo digital en el entorno educativo se está dando, mejor o peor. En 2019 había 4.094 aulas virtuales según los datos que maneja Educación de Madrid; un año después son 62.763. «Actualmente acceden una media de 24.486 profesores y 207.934 alumnos, es decir, un 29,4% de docentes y 15,6% de alumnos en Primaria y un 54,7% de profesores y un 60,4% de estudiantes en Secundaria», acotan desde prensa, lo que supone un incremento de un 239% en cuanto a docentes y de un 132% respecto al alumnado en comparación con febrero de 2020. Claro que luego aparece un reportaje en EL PAÍS Educación que se titula Escuelas Desconectadas, que denuncia que más de 3.000 centros educativos públicos no cuentan con Internet de alta velocidad en España, y que las comunidades con mayor incidencia son Cataluña (43%), Madrid (42%) y Aragón (22%). Y el paisaje se ensombrece. «Se ha hecho el movimiento de tierras, la cimentación, y se ha levantado la estructura», dice Rodríguez Berlanas tirando de símil profesional (es arquitecta).
Trabajo fino
Queda el trabajo fino, de convertir esa educación de emergencia de partida en un proceso de enseñanza-aprendizaje virtual de calidad. «Hemos de ser capaces de crear espacios seguros para los niños y niñas, y acompañarlos», razona. Preservar su privacidad, formar su espíritu crítico frente al maremágnum de Internet, no caer en el error de pensar que una mera traslación a terreno virtual de lo que se hace en presencial es educación digital… Pasar a la fuerza a una educación online ha puesto sobre la mesa, o mejor dicho reactivado, muchas cuestiones a debate, como la necesidad de aligerar los currículos, bajar las ratios, repensar la evaluación o quitarse el corsé de los horarios y las asignaturas.
«Quiero pensar que los conocimientos mínimos están garantizados, pero me preocupa que se pueda estar dando una educación digital cogida con pinzas, por no haberse planificado lo suficiente, y que en algunos casos se siga en una educación de emergencia, como la que vivimos durante el confinamiento», destaca Trujillo. Lo que lleva a una nueva cascada de interrogantes: ¿la educación virtual está ganando en calidad?, ¿la brecha digital se está cerrando? «No lo sabemos. Tendríamos que mirarlo pero, ¿hay alguien mirando?, ¿hay alguna acción de la inspección educativa para saber qué está pasando?, ¿si lo que estamos haciendo es de calidad?», contesta Trujillo con más preguntas. «No tengo la información. Sé que poner a la práctica totalidad del alumnado a trabajar en plataformas de aprendizaje lleva a algo distinto, no sé si mejor o peor. Los tiempos y los modos son diferentes; si en un aula el cuerpo es lo más importante, en la Red lo son los materiales».
Estudios desactualizados
El año pasado se publicaron varios estudios grandes que intentaron valorar la situación: el de la Fundación COTEC; el Volvemos a clase de la Fundación SM, coordinado por Álvaro Marchesi; el de Proyecto Atlántida; dos de Conecta13, uno con Santillana Lab y otro con Educación Conectada; el de la OCDE. Pero apenas hay informes que tomen el pulso a lo que está ocurriendo ahora, hace notar Trujillo, que investiga para el JRC sobre los cambios y avances detectados por la comunidad educativa; se publicará en verano. «Como aprendizajes de futuro señalaría la transversalidad de lo digital, tomarnos en serio lo que ello implica y plantearnos la infraestructura como un reto de país», enumera. «Digitalizar la escuela, sí, pero con calidad e inversiones. Si se hace adecuadamente, puede ser una herramienta que democratice el acceso a la educación; si no, ahondará la brecha digital», concluyen Santos y Rodríguez Berlanas.
Fuente: Elpais.com