Los docentes de las diferentes etapas educativas sentimos a menudo cierta presión por introducir en nuestra práctica elementos tecnológicos innovadores. No sólo por ofrecer metodologías más atractivas y cercanas a las generaciones que enseñamos, ya nativas digitales, sino porque desde las propias leyes se invita y demanda que la alfabetización digital y tecnológica se incorpore a todas las asignaturas.
Por esta razón, cuando en 2021 la gran compañía tecnológica estadounidense Facebook se convirtió en Meta y cambió el plan estratégico al desarrollo de su propio metaverso –entendido como un mundo virtual, inmersivo e interactivo–, el interés que desató la propuesta (un análisis del histórico de búsquedas con Google Trends muestra un ascenso súbito de la búsqueda del término “metaverso” en todo el mundo en esa semana) también se trasladó al mundo académico.
Pero su aplicación en las labores docentes no está exenta de problemas y dudas.
El metaverso aún no es para todos
Pese al potencial que ofrece el metaverso en el aula, no debemos olvidar que otro de los ejes educativos estratégicos es la inclusión. La ley nos invita a utilizar el “diseño universal de aprendizaje”, inspirado en el diseño arquitectónico universal, para plantear modelos de enseñanza que atienden a la diversidad del alumnado, ofreciendo adaptaciones que, si bien están pensadas para quienes las necesitan, también benefician al conjunto del grupo al facilitar un aprendizaje significativo.
Desde esta perspectiva, cabe preguntarse si esa herramienta es aplicable en contextos educativos diversos. En primer lugar, debemos considerar la brecha digital: ¿todo el alumnado tiene acceso a los dispositivos necesarios? ¿Cuentan con las competencias digitales adecuadas? En segundo lugar, muchas plataformas que usan el metaverso se sustentan en tecnologías de realidad extendida (virtual, aumentada o mixta) que, en la práctica, no garantizan que estudiantes con trastornos o discapacidad puedan acceder a ellas.
¿Aprendemos con el uso del metaverso?
Otro aspecto fundamental a la hora de incluir actividades del metaverso en el aula es definir cómo vamos a medir su impacto en el aprendizaje y cómo contrastaremos sus resultados con otros métodos, ya sean innovadores o tradicionales. A este respecto, hemos llevado a cabo un proyecto de investigación con el objetivo de evaluar la calidad científica de los trabajos publicados sobre metaverso y educación entre 2008 y 2024 en España.
Los resultados no son positivos. Los datos recabados no permiten saber con certeza si el metaverso mejora los procesos de aprendizaje, dado que una parte significativa de las publicaciones analizadas no parecen cumplir suficientemente con los estándares científicos.
Por ejemplo, gran parte de los trabajos no especifican aspectos como la muestra, la metodología y las técnicas empleadas. Los datos de muchas de estas experiencias no son accesibles, lo que impide realizar revisiones sistemáticas periódicas para evaluar la evolución de la calidad científica en este campo y el impacto real del metaverso en el aprendizaje.
Además, no existe una muestra de experiencias docentes suficientemente transversal a las distintas etapas educativas, especialmente las obligatorias.
Lo que hay que tener en cuenta
A la luz de este contexto, proponemos una serie de requisitos para la incorporación del metaverso a las actividades del aula:
- El metaverso es una herramienta. Como tal, es un medio y no un fin. El objetivo no debe ser introducirlo en clase, sino que debemos definir un objetivo de aprendizaje donde lo identifiquemos como una palanca útil y novedosa.
- Hay vida fuera de Meta. Existen numerosos universos virtuales, algunos muy populares entre el alumnado, como Roblox, que también pueden utilizarse didácticamente. Debemos buscar el más adecuado, no el más famoso o espectacular. Igualmente, las tecnologías para crear metaversos también son múltiples. Por ejemplo, la fotografía 360º puede dar lugar a espacios de aprendizaje con tecnología más accesible que la realidad virtual o aumentada que también permiten un uso didáctico inmersivo.
- Es imprescindible valorar la accesibilidad de la herramienta seleccionada. Donde hay una brecha social o de aprendizaje, una nueva tecnología puede hacerla aun más evidente.
- Compartir nuestras experiencias en publicaciones abiertas permite a los docentes aprendamos unos de otros en un área donde por su novedad no puede haber aun expertos o guías definidas.
- Finalmente, es necesario que el docente se forme no sólo en el uso del metaverso, sino también en metodologías y técnicas científicas para evaluar su impacto educativo de manera fundamentada a lo largo del tiempo.
Las nuevas tecnologías son un medio para mejorar el proceso de aprendizaje, no un fin en si mismo: aunque incorporar el metaverso suscite un interés, no debemos apresurarnos sin comprobar su verdadera utilidad. Esperamos que los cinco puntos expuestos sirvan de guía para los docentes que deseen trabajar con esta herramienta en su aula.
Fuente: Rafael Conde Melguizo, Fernando José Blázquez Piñeiro y Jorge Andrés Serrano Archila