Las inversiones en tecnología educativa suelen ser masivas, pero las tasas de fracaso siguen siendo altas porque las instituciones se centran demasiado en las características y muy poco en la funcionalidad y la integración humana.
Es necesario dejar de lado la exageración y analizar qué hace que la implementación sea exitosa: el uso constante por parte del profesorado y el impacto demostrable en el alumnado. Cuando la implementación fracasa, suele deberse a estos cuatro errores prácticos y evitables que agotan los presupuestos y minar la moral del profesorado:
Comprar funcionalidades en lugar de solucionar problemas
Los problemas surgen cuando las instituciones eligen una plataforma por su larga lista de funciones, como la gamificación, la calificación mediante IA , etc., sin verificar si estas funciones resuelven las dificultades pedagógicas específicas y documentadas de sus docentes. Esto es tecnología que persigue modas pasajeras.
Por ejemplo, supongamos que la tecnología no aborda directamente un problema claramente definido, como los bajos resultados en lectoescritura en un grado específico o la necesidad de una comunicación más eficiente con los padres. En ese caso, se convierte en un paso adicional en el flujo de trabajo del docente.
Los docentes priorizan la supervivencia y la eficacia. Si la nueva herramienta les complica la vida o no mejora los resultados de los estudiantes de forma cuantificable, dejarán de usarla. La implementación se ve inmediatamente obstaculizada cuando la herramienta es un añadido en lugar de una solución.
Considerar la formación como una tarea de cumplimiento puntual
El desarrollo profesional se imparte como una única sesión de formación para grupos numerosos, centrada exclusivamente en la navegación por la interfaz («haga clic aquí para iniciar sesión», «aquí está el botón») en lugar de en la integración pedagógica. Los docentes necesitan ver cómo se integra la tecnología en la estructura real de sus planes de clase.
Un estudio reveló que, en promedio, los distritos escolares de primaria y secundaria acceden a más de 2700 herramientas EdTech únicas anualmente, pero solo se accede a la mitad de ellas mensualmente. Esto no se debe a que el software sea malo, sino a que los docentes no reciben la capacitación adecuada para usarlo y lograr sus objetivos de enseñanza de manera efectiva y eficiente.
Implementar con éxito tecnología educativa no se limita al software; abarca todo el entorno físico y organizativo. Esto incluye desde una infraestructura de red fiable hasta la disponibilidad de taquillas metálicas y almacenamiento de hardware para la seguridad de los dispositivos. Ignorar estas necesidades físicas y logísticas condena al fracaso incluso al programa de formación más completo.
El mandato «de arriba hacia abajo» sin la participación de la base
El producto final de tecnología educativa es seleccionado exclusivamente por los administradores o el departamento de TI y luego se impone su uso al personal docente sin una prueba piloto previa ni un ciclo de retroalimentación. La imposición de la tecnología elimina la autonomía del profesorado. Los docentes conocen las particularidades de sus aulas y a menudo detectan fallos logísticos o pedagógicos en una plataforma que los proveedores o el personal administrativo pasan por alto.
Cuando los docentes se sienten ignorados, la resistencia no es técnica, sino emocional. Para lograr una verdadera aceptación, se requiere una participación temprana y genuina que permita a los docentes probar diferentes opciones y expresar sus inquietudes sobre la usabilidad y la adecuación al currículo. Este enfoque colaborativo garantiza que la tecnología implementada sea realmente útil y deseada en la práctica docente.
Ignorando la infraestructura de datos y la interoperabilidad técnica
Implementar un nuevo sistema que no se integre perfectamente con las plataformas críticas existentes, como el Sistema de Información Estudiantil (SIE) o el Sistema de Gestión del Aprendizaje (SGA), obliga a introducir datos manualmente. Cada minuto que un docente dedica a transferir manualmente calificaciones o actualizar listas de estudiantes entre sistemas no integrados es un minuto menos para la enseñanza o la planificación. Este error genera una enorme fricción administrativa, anulando de inmediato cualquier argumento a favor de la eficiencia de la nueva herramienta.
Un informe de 2024 sobre la integración de tecnología educativa reveló que más de un tercio de los líderes distritales señalaron la interoperabilidad como uno de los principales desafíos en su planificación tecnológica. Para una implementación exitosa se requieren vías de integración claras; si el nuevo sistema obliga a realizar trabajo doble, los usuarios, frustrados y que valoran su tiempo, lo descartarán.
Nota al pie
Para integrar con éxito la tecnología educativa, es fundamental comprometerse con la experiencia del usuario en el aula. Al evitar estos cuatro obstáculos prácticos, centrarse en la resolución de problemas, proporcionar formación continua en habilidades, lograr la aceptación del profesorado y garantizar la integración técnica, las instituciones pueden convertir las costosas licencias en un verdadero impacto educativo.
Fuente: edtechinnovationhub.com

