Imagen: Cómo, dónde y cuándo aprenden los estudiantes: algunos de los interrogantes que cambian la manera de dar clase (Shutterstock).
La irrupción de la tecnología en el ámbito educativo reconfiguró el modo en que los alumnos adquieren el conocimiento. Diversas transformaciones sociales y culturales forjaron el camino para darle paso a la educación expandida.
En la actualidad, los estudiantes cuentan con diversas modalidades de aprendizaje que son el resultado de la variación y la adaptación de los nuevos paradigmas educativos a las necesidades e identidades de la sociedad moderna. Gracias al u-learning (aprendizaje ubicuo), se puede aprender en todo momento y en todo lugar, lo que reafirma otro de los grandes cambios de la transformación digital: el espacio donde se produce la instancia formativa.
Esto puede llevar a que, como educadores, nos replanteemos varias cuestiones, como por ejemplo: ¿Se aprende sólo en el aula (física o virtual)? ¿Qué implica la conversión del espacio de aprendizaje para el docente y el alumno? ¿De qué manera nuestras clases promueven el aprendizaje significativo? Y otros múltiples interrogantes que pueden continuar la lista.
Lo mencionado anteriormente conlleva al entendimiento de lo que implica la educación expandida, comprendida como la instancia formativa que expone la transición y transformación de las metodologías de aprendizaje, y está vinculada con la implementación de las nuevas tecnologías en el marco de la alfabetización digital. Este tipo de educación disipa los límites de la enseñanza formal e informal, ya que los estudiantes pueden aprender por descubrimiento dentro y fuera de la escuela. Sumado a esto, el empleo de los dispositivos tecnológicos de manera eficaz y con una finalidad pedagógica refuerzan la motivación del alumnado.
Además, se potencia el trabajo colaborativo y se fomenta la inteligencia colectiva, ya que los alumnos trabajan en equipo y comparten información de su interés en diversas plataformas y redes sociales, identificándose con un grupo de pertenencia donde cada uno aporta desde su lugar, adquiriendo el rol de prosumidor (productor y consumidor de contenidos) y gestionando su autonomía, lo cual requiere un grado considerable de responsabilidad, más allá de que el educador guíe y medie el proceso de enseñanza y aprendizaje. Dentro de este contexto, es de suma importancia que puedan implementarse softwares libres para equiparar la brecha digital que suelen vivenciar muchos estudiantes y que aún sigue siendo uno de los desafíos más grandes a combatir en la actualidad.
Hoy por hoy, los docentes tienen una amplia gama de recursos educativos abiertos, herramientas y metodologías propicias para adecuar su praxis diaria a los requerimientos de una generación multitasking que plantea grandes desafíos y, a la vez, la posibilidad de crecer personal y profesionalmente. Ejercer la docencia implica tener no solo vocación de servicio, sino también la convicción de saber que esta apasionante profesión tendrá retos diarios y cambiantes, como la modernidad líquida en la cual las transformaciones vertiginosas forman parte de la cotidianeidad. Tener la libertad de elegir una profesión conlleva la responsabilidad de hacerse cargo de esa decisión, ya que como bien afirmó Paulo Freire: “La educación es un acto de amor, por tanto, un acto de valor”.
A todos aquellos educadores osados que asumen su labor de manera asertiva, empática y profesional, les agradezco la valentía de no rendirse ante la adversidad que muchas veces duele y pesa, pero que es la que finalmente fortalece el alma y nos insta a continuar recorriendo el camino, aquel que algún día continuarán quienes hayan sido los protagonistas de nuestro legado. Sigamos dejando huellas positivas e inmemorables, nuestros estudiantes lo precisan hoy más que nunca.
Fuente: Cecilia Frontera/ infobae.com