Durante la década pasada se aceleró la transformación digital de la sociedad, y la pandemia ha completado nuestra inmersión tecnológica en prácticamente todas las facetas de la vida. Por eso se ha hecho imprescindible disponer de la capacidad para el acceso, evaluación, creación y uso crítico de la información, así como para crear contenidos, colaborar con otros y comunicarnos de forma segura y responsable en el contexto digital.
Para lograrlo, las políticas de impulso de la sociedad de la información nacidas hace ya unos treinta años han desarrollado programas y acciones de alfabetización digital, también llamada alfabetización mediática e informacional, o en los últimos años competencia digital.
Al ser una de las ocho competencias básicas de la ciudadanía europea, se ha intentado extender en el sistema educativo, en el ámbito de las administraciones públicas, en el de las empresas, y también en el ámbito de la formación de competencias digitales básicas de los ciudadanos.
Y ahí están, en esa línea, los planes autonómicos de transformación digital como Ikanos en el País Vasco, Andalucía conectada, Extremadura digital, Faite digit@l en Galicia, CyL digital, etcétera, que han creado redes de telecentros como espacios de acceso y formación, plataformas de aprendizaje o certificaciones. Y por supuesto, la labor de muchas bibliotecas públicas implicadas en la alfabetización informacional y digital.
Brecha digital y exclusión social
Sin embargo, en España se estima que quince millones de personas todavía no poseen la suficiente competencia, como se recoge en el Plan Nacional de Competencias Digitales aprobado por el Gobierno de España. Este plan se ha dotado con casi novecientos millones de euros de fondos europeos. Hay mucho por hacer para que la ciudadanía aproveche de forma crítica, empoderadora y sana las posibilidades de las herramientas digitales.
La brecha digital, ya por falta de acceso a dispositivos y conectividad, ya por falta de competencia para su aprovechamiento individual y comunitario, es un problema grave porque incrementa y potencia los riesgos de exclusión social.
Colectivos vulnerables (unos doce millones y medio de personas en España) y exclusión digital son realidades que se retroalimentan, como señala la Fundación FOESSA:
“La brecha digital supone una pérdida de oportunidades en diversos ámbitos como el empleo, la educación, las ayudas de la administración pública o las propias relaciones sociales. Esta situación de desigualdad conlleva la perpetuación y profundización de situaciones de desventaja preexistentes, pero, además se ha impuesto como un nuevo factor de exclusión social causando incluso el alejamiento de la posibilidad de una participación plena en la sociedad para las personas y familias que la sufren”.
La brecha digital se presenta como un motor de la exclusión: no contar con un dispositivo o conexión a internet y suficientes capacidades excluye. Impide una participación plena en la sociedad. El derecho a una conexión a internet de buena calidad, el derecho a tener dispositivos que nos permitan esa conexión, y el derecho a adquirir competencias o habilidades para desenvolvernos en ese mundo son primordiales. De hecho, la educación digital es uno de los derechos establecidos en la Carta de derechos digitales.
Diferentes ámbitos de competencia
Hay una competencia digital específica para los puestos de trabajo en el ámbito de la población activa en sus distintas especializaciones, o una competencia digital propia del ámbito educativo, académico o científico. Pero debemos contar con una competencia digital básica en nuestra vida cotidiana como personas o miembros de la comunidad.
Se trata de una competencia digital que es evolutiva, que depende del contexto, y que debemos poder usar en nuestra dimensión ciudadana o familiar o en nuestras decisiones relativas a la salud, el consumo, la información a la que damos credibilidad o la que difundimos.
Brecha digital es tanto la falta de acceso –que impide el ejercicio de derechos– como la falta de competencia básica para desenvolvernos digitalmente. También lo es la inconsciencia respecto de los riesgos digitales: la vulnerabilidad a la desinformación y los bulos, las dependencias digitales excesivas o la exposición al abuso de nuestros datos privados.
El papel de las bibliotecas
Para mejorar la competencia digital ciudadana proponemos contar con las bibliotecas públicas. Son espacios públicos de cercanía y confianza, con profesionales que están preparados para facilitar procesos de aprendizaje a lo largo de la vida, y particularmente para enseñar a usar, evaluar, compartir y aplicar la información. En España hay unas 4 600 bibliotecas públicas que llegan al 97 % de la población y que tienen entre sus misiones garantizar el acceso significativo a la información, a la cultura y al conocimiento. Uno de sus servicios básicos –de acuerdo con la ley que las regula– es “el acceso a la información digital a través de Internet o las redes análogas que se pueden desarrollar, así como la formación para su mejor manejo”.
La Universidad de Murcia, la Fundación CEPAIM, la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) y la Federación de profesionales de archivos, bibliotecas, servicios de información y museos (FESABID) se han unido para promover el Proyecto e-IRIS. Lo que pretendemos es ayudar a que en las bibliotecas se creen espacios de ciudadanía digital de carácter modular y flexible. Serán espacios con conectividad, dispositivos y sistema de seguridad y actualización provistos por Vodafone, para procesos de aprendizaje individual y grupal. Se imbricarán en actividades de participación ciudadana e innovación social, y estarán adaptados a distintas necesidades.
Colaboración de varias universidades
El proyecto se apoya en un conjunto de contenidos formativos muy amplio en el que estamos colaborando grupos de investigación de las universidades de Murcia, Complutense, Jaume I de Castellón, Oberta de Catalunya, Rey Juan Carlos, Salamanca y Huelva. Y contará con una plataforma en línea para dar acceso a los contenidos que será responsabilidad del grupo GRIAL de la Universidad de Salamanca.
Para hacer realidad este proyecto desarrollaremos además una herramienta de diagnóstico inicial para diseñar itinerarios formativos personalizados. Crearemos además un programa de formación de las personas mediadoras del aprendizaje, que se hará a través de las asociaciones profesionales. Se realizará una campaña de comunicación para sensibilizar sobre la competencia digital y el papel de las bibliotecas públicas, concebida por Prodigioso Volcán.
Puntos fuertes del proyecto
Impulsamos este proyecto con una alianza de organizaciones dedicadas a los colectivos vulnerables y entidades del sector público y el privado. El papel de las universidades es el diseño de los procesos de aprendizaje y la evaluación de resultados. La inversión realizada revertirá sobre las bibliotecas públicas, lo que garantiza que sus servicios permanezcan y se consoliden, una vez empleados los fondos europeos.
En cuanto a los contenidos que plantea el plan de alfabetización digital, los responsables abordamos el aprendizaje conectándolo con procesos de inclusión, participación ciudadana e innovación social. Nuestra visión de la competencia digital es amplia y crítica, más allá de lo ofimático o lo instrumental. Se trata de poder ejercer derechos de ciudadanía y responder a las demandas que supone nuestra nueva realidad tecnologizada, tanto en sentido individual y personal como en su dimensión social.
Fuente: Prof. José Antonio Gómez Hernández/ theconversation.com