Seamos claros desde el principio: tenemos un problema. Desde hace una serie de cursos académicos, estamos notando cómo los estudiantes universitarios adolecen mayoritariamente de habilidades que les faciliten el entender, el comprender, el estudiar y el contrastar con fundamentos a la hora de formarse desde las diversas asignaturas y grados.
La casi total inexistencia del proceso de toma de apuntes, la no menor falta de capacidad frente al desarrollo de una lectura comprensiva, así como a un posterior tratamiento desde la verificación de la información que surge tras todo ello, es algo que nos encontramos cada día. Así, la educación universitaria se enfrenta a un desafío ineludible ante el que es imperativo buscar soluciones que aborden estas carencias y promuevan un aprendizaje más efectivo en el estudiante, incluyendo el refuerzo de la figura del profesor desde la mejora de sus habilidades, así como de su recapacitación.
A su vez, la creciente popularidad de la inteligencia artificial desde finales de 2022 agrega una herramienta digital más al panorama educativo. Si bien podría ser un instrumento valioso para abordar esta situación, y de paso mejorar estas competencias y habilidades que ahora se presentan como carencias por parte de quienes aprenden, es fundamental tener en cuenta que estamos formando a personas, no a máquinas, que tienen una manera de aprender que cambia generacionalmente y también en función de su rol, por lo que aquí también hemos de encontrar un equilibrio correcto.
Un enfoque reflexivo: fotografiar el momento educativo
Alrededor del año 1824, Niépce inventa el primer procedimiento fotográfico. Más tarde se asocia con Daguerre para investigar y lograr que esta herramienta avance. En el año 1977 la escritora Susan Sontag publica Sobre la fotografía.
En su libro, Sontag analiza de manera integral lo que la fotografía refleja de la sociedad a lo largo de todo ese tiempo: desde la asociación de ideas, más allá de la invención de este procedimiento o el simple uso de la herramienta cámara. Lo hace desde una mirada analítica. Nos habla de cómo una fotógrafa, Bernice Abbot (1898-1991), ha salido de su patria para formarse.
A su regreso, varios años después, “vio con nuevos ojos, sabiendo cómo era su país”. De forma similar a cómo Abbot obtuvo una nueva perspectiva al volver del extranjero, el uso generalizado de herramientas de IA nos permite ver a nuestras prácticas docentes desde un enfoque diferente al sacarnos abruptamente de un estado habitual y enfrentarnos con algo hasta ahora inimaginado. Todo ello sin tener que esperar tantos años.
Emplear lo observado desde esta visión nos ayuda a la hora de enfrentarnos con las carencias que dan pie al inicio de este artículo desde unas alternativas que busquen soluciones y abandonen el concepto queja.
Formación continua y ética educativa
El uso masivo de la inteligencia artificial en el entorno universitario a nivel usuario presenta desafíos más allá de su mera utilización. La proyección social de esta tecnología puede limitar su visión global desde la docencia debido a sus posibles sesgos, limitaciones, mitos y trampas. La labor del docente vuelve a requerir de un enfoque equilibrado y crítico. La inteligencia artificial puede ayudarnos a identificar carencias. A partir de aquí la profesionalidad del formador sigue siendo la base para abordar y solucionar problemas.
Para ello es necesario seguir con la preparación y recualificación que proporciona una formación continua al educador. Esto es algo que ya hacemos frente a otras herramientas y estrategias desde el concepto de aprender lo existente a la par que abrirnos a nuevas miradas y posibilidades debidamente contrastadas, aun desde la disrupción.
La formación continua es crucial para el profesorado, y no solo como respuesta a la Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU) aprobada en 2023, ya que garantiza que los educadores se mantengan actualizados y preparados para fomentar el progreso en los estudiantes desde la mejora de sus curvas de aprendizaje, pensando en su formación constructiva, a la par que líquida, con respecto a su futuro rol en la sociedad. Gracias a ella, también aprendemos que en el caso de emplear herramientas propias de la IA los docentes hemos de exigirnos un cuidadoso equilibrio entre la innovación y la deontología, teniendo en cuenta lo que la Comisión Europea destaca acerca de la importancia de las competencias digitales en la educación.
Integrar toda tecnología, como ya sucede con otros instrumentos (digitales o no) que ya empleamos en el proceso formativo, debe ser guiado por una ética educativa sólida y una comprensión acerca de cómo estas herramientas pueden complementar, en lugar de reemplazar, las habilidades humanas.
Desmitificar la inteligencia artificial en la educación
A medida que exploramos el potencial de la inteligencia artificial en la educación universitaria es fundamental abordar los mitos y trampas que rodean a esta tecnología. Necesitamos hacerlo porque, como indica McKee, “la elección del medio también afecta al propio sentido de la identidad”. Conocer bien la vía elegida puede lograr un impacto acertado desde los propios docentes al fomentar el equilibrio entre el uso de herramientas IA de apoyo al aprendizaje y la investigación desde la retro alimentación, al tiempo que guían su aplicación en los estudiantes evitando sesgos no deseados.
Somos conscientes de que la IA, en su forma actual, se basa en algoritmos. Sus capacidades no son equivalentes a de los seres humanos ya que no puede reemplazar la intuición, la empatía, el análisis humano y el espíritu crítico constructivo, por mucho que socialmente se esté instaurando de manera errónea una creencia contraria avalada por toda una serie de mitos sociales ya vistos en la relación con otras tecnologías y redes de proyección digital.
El plagio: un problema de siempre
Otra trampa a la que se enfrenta el docente es el llegar a prohibir su empleo por parte de los estudiantes ante el temor de que se utilice como herramienta para realizar plagios. Este grave problema ha existido siempre. Frente a él hemos de seguir aplicando las estrategias que como profesores buscan concienciar a quienes lo hacen acerca de que copiar es igual a perder por parte de quien lo realiza.
Los convencimientos erróneos son parte de los mitos sociales con los que convivimos. Al igual que ser un experto en algo no garantiza ser un experto docente, a pesar de que aún se siga creyendo equivocadamente en ello, la IA puede aportar una ayuda que nos complemente el realizar una educación personalizada, basada o no en el diseño universal del aprendizaje, sin tener que ser la única herramienta que empleemos.
Si la usáramos de manera exclusiva no sería efectiva al carecer, como tantos expertos que aún no se recapacitan como docentes, del correcto uso de las habilidades interpersonales entre las que se encuentra la comunicación didáctica, las estrategias educativas eficaces, la imparcialidad y la objetividad.
Fusionar tecnología y humanidad en la educación
La inteligencia artificial sí es una oportunidad que puede colaborar en la elevación de la educación desde la universidad, como ya lo hacen otras herramientas y estrategias empleadas por los docentes. Las propiedades y limitaciones inherentes a su tecnología constituyen un refuerzo contemporáneo a la labor del instructor que, aún y así, ha de seguir actualizándose de forma continua.
La fusión de las herramientas desde la humanidad propia de la educación integral es un puntal a la hora de realizar tácticas logísticas por parte del profesorado para así superar carencias como las habladas al inicio de este artículo y que restringen una formación adecuada del estudiante. Entre ellas, por citar un ejemplo, está la lectura comprensiva. Sin esta el aprendizaje solo es memorístico, olvidable. El proceso que supone su realización se escapa a un desarrollo total desde el uso de herramientas de IA, a pesar de su capacidad para el análisis en otros aspectos.
La IA no puede reemplazar la instrucción en trescientos sesenta grados ofrecida por los docentes humanos, ni la elaboración de esquemas y conclusiones contrastadas surgidas tras el desarrollo de una buena lectura comprensiva bajo el mismo concepto global por parte de los estudiantes. Este ejemplo, así como otros, supone ser una gran oportunidad para el docente y la mejora de los procesos de aprendizaje. Desde una coyuntura como esta se nos permite observar desde una perspectiva diferente, similar a la vivida por Abbot y su proceso creativo desde la fotografía.
Este panorama permite al docente reforzar la acertada creencia que indica que la imposibilidad de suplir directamente deficiencias con la IA es una ventaja y un desafío para solventar desde, si es necesario, la mejora de sus habilidades ya existentes como el adquirir otras completamente nuevas que, aun siendo disruptivas con su pensamiento inicial, faciliten su labor como profesional de la enseñanza universitaria.
El ejemplo de la comprensión lectora
Resolver imperfecciones en las habilidades y competencias provocan una correcta evolución de la curva de aprendizaje de los estudiantes. Lograrlo no es complicado si se cuenta con una acertada formación continua y un elevado tanto por ciento de compromiso como docente. Lo podemos ver, de nuevo, en el ejemplo acerca de la lectura comprensiva.
El reto de romper con la tendencia a su inexistente uso por parte de una mayoría de los estudiantes actuales puede significar una ocasión para enganchar el interés del alumnado con el que contamos en cada materia. Los profesores, por poner un caso, pueden quebrar esta carencia enseñando a los estudiantes a aprender a desarrollar análisis empleando habilidades humanas a partir de la misma y, desde de ahí, a generar posteriormente prompts o comandos efectivos que den resultados visibles desde el uso de las herramientas de inteligencia artificial.
Para lograrlo se pueden abarcar desde textos literarios hasta indicaciones científicas o simulaciones de proyectos reales, resaltando así la singularidad del proceso formativo. ¡Qué gran campo se abre por delante!
Actualización constante pero preservación de lo humano
La educación universitaria, al igual que la ciencia y el día a día, se nutre de la esencia humana, estableciendo un equilibrio entre la tecnología, la investigación y el aprendizaje enfocado a cada generación y rol, desde la actualización constante inherente a la profesionalidad del docente.
Para lograrlo, lo hemos visto, no hemos de descartar el uso de la inteligencia artificial como una herramienta más, empleándola siempre como a las demás desde la cautela y el criterio, valorando constantemente su capacidad para enriquecer la experiencia educativa mientras preserva los aspectos humanos que definen una educación integral que piensa con neuronas propias de una persona formada desde la actualización en la mejora de la calidad de vida de todos.
Fuente: Antonio Fernández-Coca / theconversation.com