En torno a 1.300 millones de niños de entre 3 y 17 años carecen de acceso a internet, según datos de Unicef y Unión Internacional de Telecomunicaciones.
La tecnología abre la puerta a una mejor educación en las escuelas. El reto es conseguir la mejor conectividad, que fomente la igualdad de oportunidades y permita cerrar brechas sociales.
Según cálculos de Unicef y la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), unos 1.300 millones de niños de entre 3 y 17 años carecen de acceso a internet. Frente a la situación en los países más desarrollados, como España, en el que el problema con esa franja de edad es en ocasiones el contrario –el exceso de exposición en internet, especialmente en redes sociales–, el dato evidencia las carencias de conectividad de gran parte de la infancia del planeta, un problema que acaba lastrando la competitividad de las economías menos afortunadas.
Esos niños no solo se pierden las posibilidades de una educación conectada, como la personalización de los contenidos y de los ritmos de aprendizaje, la eliminación de distancias y el acceso a una cantidad de información mucho mayor. En las zonas del mundo más desfavorecidas, y también en entornos rurales de las economías prósperas, la escuela puede ser también el lugar donde se adquieren las competencias digitales básicas, pilar para una mayor productividad laboral futura.
Hay una línea entre la conectividad, el conocimiento y la prosperidad, y en muchos entornos educativos es básico que no se quiebre. “La conectividad de la educación no garantiza su calidad, pero una escuela de calidad necesita conectividad. El derecho a la conectividad debería ser absoluto”, afirma Carmen Pellicer, directora de Cuadernos de Pedagogía y de la Fundación Trilema, que se dedica a la investigación e innovación educativa y ha desarrollado proyectos educativos específicos en España, Guinea Ecuatorial y Camerún.
Contra el fetichismo de los aparatos
Pellicer defiende que la tecnología es imprescindible para cerrar brechas educativas, y en segunda instancia sociales, pero advierte contra el fetichismo de los aparatos; la clave no está en las tabletas o en los ordenadores, sino en el propio colegio y en las personas; “la eficacia de la tecnología en el ámbito educativo depende más de la competencia digital de los profesores que de la de los alumnos”, asegura. Para ella, la clave es “el ecosistema”, en el que la escuela es fundamental. “Dota a todo el engranaje de una infraestructura y tiene un enorme poder para crear alianzas. Por eso la echamos tanto de menos cuando cerró al principio de la pandemia. Hemos descubierto que la presencialidad es un tesoro”.
“La falta de conectividad en las escuelas afecta especialmente a las poblaciones menos favorecidas”, recalca Rossella Cardone, directora de Sostenibilidad y Responsabilidad Corporativa de Ericsson para Europa y Latinoamérica. “Si no lo solucionamos, esos alumnos de hoy serán mañana trabajadores menos competitivos, y su país menos próspero, pues hay una relación entre el nivel educativo y la productividad de la economía”, añade. Así, un informe de Economist Intelligence Unit (EIU) financiado por Ericsson explica que el PIB per cápita de un país podría crecer un 1,1% por cada diez puntos porcentuales de aumento de la conectividad escolar.
La multinacional sueca trabaja en colaboración con Unicef en el proyecto Giga con el objetivo de conectar todas las escuelas del mundo a internet en 2030. Como consecuencia de un acuerdo trianual firmado en 2020 con el organismo, Ericsson está ayudando a identificar las brechas de conectividad escolar en 35 países de todos los continentes, con especial énfasis en África, América y Asia, aportando sus conocimientos en big data e inteligencia artificial. Conocer al detalle la capilaridad de la conectividad es el primer paso para trabajar sobre el terreno, aumentando las posibilidades del aprendizaje digital.
Mejorar la conectividad también aumenta las oportunidades de los jóvenes de las economías más desarrolladas, donde no todos tienen las mismas oportunidades. Ericsson también desarrolla programas en lugares como Texas (Estados Unidos). En el noreste de ese Estado ha desarrollado un programa para luchar contra la brecha de género en las llamadas habilidades STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), recurriendo a la tecnología Fixed Wireless Access, que aporta conectividad a entornos rurales con la misma calidad que la fibra óptica, pero a un coste mucho más asumible.
El caso europeo
Según datos de la UIT, Europa es la región mundial con mayor porcentaje de individuos que usan internet, triplicando las cifras de África. Más que la conectividad en sí, el desafío europeo es optimizar el despliegue de la red 5G, que puede ayudar a ir cerrando brechas sociales, como la educativa o la territorial.
Elena Berruguete, directora de Relaciones Institucionales y Gubernamentales de Ericsson para la Península Ibérica, defiende que el despliegue del 5G puede parar el proceso de abandono de las zonas rurales en España: “Si algo nos ha enseñado esta pandemia es que todo el mundo importa, y todo el mundo debe tener las mismas oportunidades, por ejemplo de acceso a una conectividad que permita recurrir, cuando sea necesario, a la educación a distancia y, en definitiva, a una educación de mayor calidad”, defiende.
Sin embargo, según datos del Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital, el 14% de la población de zonas rurales no cuenta con un servicio de más de 30 Mbps (megabits por segundo), y más de la mitad no tiene acceso a redes de más de 100 Mbps.
España ahora tiene la oportunidad de dotar a esas zonas del medio rural de conectividad 5G, abriendo la puerta a una mejora significativa de sus escuelas. Tras las celebradas en 2018 y 2020, se acaba de cerrar la tercera subasta de frecuencias para redes de la quinta generación, “pero el empujón definitivo puede ser la llegada de los fondos de recuperación de la UE, de los que el Gobierno planea destinar unos 2.000 millones de euros al 5G”, concluye Berruguete.
“La pandemia hizo ver a los líderes europeos la oportunidad de responder a las brechas sociales mediante la tecnología”, contextualiza Cardone, “pero en este caso no hablamos solo de una tecnología, sino también de una plataforma para la innovación. Con el 5G, Europa tiene una oportunidad de transformar toda la operativa empresarial, desde la agricultura hasta la industria, logrando una sociedad más verde e inclusiva”, concluye.
Fuente: elpais.com