Si 2025 ha estado marcado por la progresiva incorporación de la inteligencia artificial en las aulas, la expansión del aprendizaje inmersivo y un renovado interés por la sostenibilidad, todo apunta a que en 2026 estas tendencias continuarán creciendo y se orientarán hacia modelos más integrados, responsables y centrados en el bienestar del alumnado. En este artículo recogemos las principales tendencias educativas 2026.
Aprendizaje personalizado impulsado por IA
La personalización del aprendizaje continuará avanzando gracias al uso de plataformas educativas basadas en inteligencia artificial. Estos sistemas ajustan contenidos, dificultades, ritmos y actividades al perfil de cada estudiante, ofreciendo itinerarios individualizados, tutorías automáticas y feedback inmediato. El objetivo es que el alumnado avance según sus necesidades, reciba refuerzos cuando haga falta o pueda acceder a retos más complejos si va por delante. Sin embargo, esta integración no está exenta de desafíos: la IA exige un uso ético, crítico y contextualizado. Por eso será clave equilibrar los análisis automatizados con espacios de diversidad, subjetividad y reflexión pedagógica.
Educación emocional
La evidencia neurocientífica respalda esta tendencia: las emociones influyen en procesos cognitivos clave como la atención, la memoria, el aprendizaje e incluso la toma de decisiones. De ahí que la apuesta por el bienestar y los vínculos saludables ya no se limite a actividades puntuales; forma parte de la construcción de una escuela más humana. Este enfoque pedagógico desarrolla competencias para reconocer, expresar y regular las emociones propias y ajenas, orientadas a mejorar el bienestar personal, reforzar la empatía y fomentar relaciones sanas entre iguales. Así, los centros apostarán por incorporar programas de educación emocional, ofrecer formación docente específica y cuidar espacios de convivencia escolar.
Microaprendizaje
Los formatos de aprendizaje breves, modulares y prácticos están al alza. Ejemplos claros son el nanolearning o las píldoras interactivas, que permiten adquirir competencias concretas en tiempos muy reducidos, algo especialmente útil en áreas tecnológicas o en la actualización profesional. Además, los microgrados o las microcredenciales ofrecen formas ágiles de certificar estos aprendizajes sin necesidad de completar un plan de estudios tradicional. Este enfoque también está cambiando el papel del profesorado, que ahora se centra en diseñar rutas flexibles, seleccionar contenidos relevantes y guiar aprendizajes personalizados. Para los centros, el microaprendizaje supone una manera rápida de reconocer logros y responder a necesidades emergentes, acercando la escuela a la manera de aprender que ya se utiliza en entornos laborales y digitales.
Aprendizaje inmersivo
La realidad aumentada, virtual y mixta (AR/VR/XR) está ganando presencia especialmente en actividades prácticas y experimentales. Su capacidad para combinar imágenes reales con elementos virtuales genera experiencias educativas que no serían posibles en un libro o pantalla tradicional, potenciando la comprensión profunda de los contenidos. Cada vez más centros incorporan aplicaciones accesibles y dispositivos asequibles, y los docentes se sienten más cómodos creando sus propios contenidos inmersivos. El resultado es un aprendizaje más activo, significativo y memorable, que conecta al alumnado con la realidad de manera directa y participativa.
Decisiones basadas en datos
Cada vez es más común el uso de herramientas que monitorizan en tiempo real el rendimiento académico, la asistencia, la participación o el riesgo de abandono escolar. Esta información permite anticipar problemas, intervenir antes de que escalen y optimizar la organización del centro, mejorando la coordinación del equipo docente, ajustando la oferta formativa, previendo la demanda de cursos y tomando decisiones más fundamentadas. Eso sí, requerirá criterios claros de uso, capacidad técnica para interpretar los datos y políticas sólidas de privacidad y protección de la información.
STEAM + habilidades blandas
El mercado laboral actual demanda perfiles capaces de resolver problemas complejos, trabajar en equipo, comunicar con claridad y adaptarse al cambio. Por eso, la escuela está integrando de manera más explícita competencias técnicas junto con habilidades blandas como pensamiento crítico, creatividad y colaboración. Proyectos interdisciplinarios, retos reales o experiencias prácticas ayudan al alumnado a aplicar lo aprendido y desarrollar estas habilidades. Por ejemplo, diseñar un prototipo que resuelva un problema ambiental combina conocimientos de ciencia, tecnología y matemáticas con trabajo en equipo y comunicación efectiva.
Integrar los ODS de forma transversal
La Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS) es un enfoque pedagógico que prepara al alumnado para comprender y afrontar los desafíos ambientales, sociales y económicos actuales. Incluye temas como el cambio climático, la biodiversidad, el consumo responsable, la equidad de género o los derechos humanos, siempre desde el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la participación activa. Así, aunque la EDS está alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), no apuesta por ‘enseñar los ODS’ de forma literal, sino en desarrollar las competencias necesarias para vivir de manera más responsable y contribuir a un futuro sostenible. Este concepto pretende integrarse de forma transversal en proyectos, asignaturas y en la vida del centro.
Fuente: Silvia Rodríguez / educaciontrespuntocero.com

