“Tiene potencial para ofrecer la esperanza de una educación a muchos”, dicen en un informe técnico que analiza la situación 2023, pero para conseguirlo se requieren acciones activas que reduzcan la brecha digital.
El documento “Tecnología en la educación: ¿una herramienta en los términos de quién?” que la UNESCO preparó como parte del informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2023, dejó una serie de aprendizajes sobre la incorporación de la tecnología en el aula. Lejos de una posición maniquea que ponga a la tecnología como milagro o discordia, el documento destaca la importancia de una planificación cuidadosa y una implementación efectiva que garantice un impacto positivo a los estudiantes.
“La tecnología digital empieza a ser omnipresente en la vida diaria de las personas”, dice, “y está llegando a los rincones más alejados del planeta. Está incluso creando nuevos mundos, en los que cuesta discernir las líneas entre lo real y lo imaginario”. Ante esta situación, la educación no puede permanecer al margen dado que la tecnología se manifiesta de diversas formas en el proceso de enseñanza y aprendizaje: es insumo, medio de distribución, competencia y herramienta de planificación, además de proporcionar contexto social y cultural, todo lo cual plantea cuestiones y problemas concretos.
La premisa básica del informe es que la tecnología debe servir a las personas, y que la tecnología en la educación debe satisfacer las necesidades de los estudiantes y docentes. Y, dado que gran parte de la tecnología no se ha diseñado con fines educativos, es preciso probar su idoneidad y valor con relación a una visión de la educación centrada en las personas.
Uno de los debates que deben observarse con más celo es el que tiene en el centro de la cuestión a la inteligencia artificial generativa, cuyas implicaciones para la educación van conociéndose de forma muy lenta, y dejan al sector educativo ante el dilema de la ilusión por el potencial de las tecnologías digitales y los innegables riesgos y perjuicios asociados a su aplicación. El documento persigue el compromiso para que puedan desarrollarse debates más complejos y democráticos. “Los cambios”, dice, “deben tener en cuenta las necesidades de los estudiantes para evitar que se repita la situación observada durante la pandemia de la COVID-19, en la que el auge del aprendizaje a distancia excluyó a cientos de millones”.
El planteo principal es que las decisiones que afecten al uso de la tecnología en la educación prioricen las necesidades de los estudiantes tras evaluar si su aplicación tendrá base empírica y será adecuada, equitativa y sostenible. Resulta esencial aprender a vivir tanto con la tecnología digital como sin ella; tomar lo necesario de la abundancia de información e ignorar lo innecesario; y dejar que la tecnología respalde la conexión humana en la que se basan la enseñanza y el aprendizaje, pero nunca que la sustituya.
“Al contemplar la adopción de tecnología digital, los sistemas educativos deben garantizar en todo momento que el interés superior de los estudiantes constituya el núcleo de un marco basado en los derechos”, dice el informe. Y continúa: “La prioridad deben ser los resultados del aprendizaje, no el aporte tecnológico. A fin de mejorar el aprendizaje, la tecnología digital no debe sustituir la interacción cara a cara con los docentes, sino complementarla”.
Fuente: infobae.com