En los últimos meses ha surgido un encendido debate sobre el uso de equipos tecnológicos en los centros educativos. Hacemos un recorrido por las distintas opiniones sobre esta controversia en la que Gobierno, comunidades autónomas, docentes y familias han mostrado sus posiciones al respecto.
En junio del año pasado, el periódico francés ‘Le Monde’ publicaba una noticia en la que anunciaba que Suecia iba a abandonar su Plan de Digitalización, dando marcha atrás en el uso de las pantallas en las aulas y regresando a los libros de texto. Esta decisión se conocía tras publicarse los resultados del Informe PIRLS 2021, que evalúa la comprensión lectora de los estudiantes de 4º de Primaria y que, en el caso escandinavo, reflejaba un claro retroceso. Sin embargo, esta información no era del todo exacta: la intención real de Lotta Edholm, ministra de Educación de este país, no era abandonar dicho plan, sino pedir que diferentes expertos estudiaran y analizaran los resultados para que, en función de las conclusiones extraídas, aplicasen los cambios oportunos.
A pesar de no estar plenamente contrastada y no ser realmente cierta, la noticia corrió como la pólvora por medios de comunicación y redes sociales, y dio origen a un debate que todavía continúa tanto en la comunidad educativa como en el resto de la sociedad: ¿debe prohibirse el uso de dispositivos electrónicos, como tabletas y ordenadores portátiles, en el aula o hay que apostar por regular y educar en su uso? De este modo, se han creado dos vertientes de opinión: una que ha sido calificada como ‘negacionismo digital’ por parte de algunos sectores, que pretende se prohíba el uso de las pantallas en la escuela, y otra en la que se encuentran quienes apuestan por el uso de la tecnología, siempre que ésta se acompañe de un enfoque pedagógico.
Negacionismo digital
Así, en esta polémica una parte es partidaria de la desdigitalización de los centros escolares y de una vuelta a una escuela como ‘la de antes’, en la que los libros de texto en papel sean el principal vehículo de enseñanza, mientras que el uso de cualquier dispositivo con pantalla quede excluido de estos entornos. La escritora y doctora en Educación y Psicología Catherine L’Ecuyer es una de las profesionales en educación que se muestra muy activa en sus perfiles de redes sociales defendiendo este planteamiento.
Firme seguidora de una educación tradicional, afirma que “el Gobierno debe regular la entrada de móviles y dispositivos en el recinto de las escuelas, y en la etapa de Infantil no debería haber ninguna tecnología por motivos de salud pública”. Del mismo modo y sobre el uso de tecnología en las aulas, considera que la forma de solucionar esta cuestión es que las familias tengan libertad a la hora de elegir una escuela. “Si unos padres no quieren tabletas, tendría que haber centros que ofrezcan esta opción. (…) Si les decimos lo que deben hacer con sus hijos, las ponemos en una situación imposible. Hemos creado un ambiente en el que las familias no pueden educar, se ven obligados a ir en contra de todo”, explica en una entrevista publicada en el periódico ‘La Vanguardia’.
Entre los argumentos que esgrimen los partidarios de eliminar todo tipo de tecnología de las aulas se encuentran, sobre todo, los relacionados con la adicción o con la repercusión que un uso abusivo de las pantallas puede tener en el desarrollo psicosocial de los menores. Creen que su utilización desde edades tempranas conlleva problemas para la salud porque existe una conexión entre el uso de redes sociales y la depresión u otros problemas de salud mental entre adolescentes. L’Ecuyer asegura al respecto que hay estudios que demuestran que la multitarea digital pasa factura y que “en general, se aprende mejor en papel que en pantalla; escribir en papel es mejor que con teclado”.
Docentes contra la prohibición
Frente a esta postura negacionista digital, hay otra parte de familias, de docentes y de la sociedad en general que también ha mostrado su opinión sobre esta cuestión a través de redes sociales o mediante la firma de documentos. Un claro ejemplo es el ‘Manifiesto a favor del uso de las TIC y el desarrollo de la competencia digital en las aulas’, impulsado por un grupo de más de 500 docentes y académicos de todos los niveles educativos que se ha unido para denunciar el “movimiento reaccionario en contra del uso de las TIC con fines educativos”.
Entre los firmantes del manifiesto se encuentran numerosos miembros del Colectivo de Docentes por la Inclusión y la Mejora Educativa (DIME), compuesto por docentes que tienen como objetivo defender el derecho a una educación de calidad e inclusiva para todos. “Si los centros educativos pretenden estar actualizados a nivel científico-tecnológico y transitar paralelos al avance del resto de instituciones, según el desarrollo y el progreso de la sociedad, estos no pueden quedar anclados en un pasado ya obsoleto y a cuyo regreso es imposible apelar”, afirman.
Siempre de la mano de la pedagogía
Los expertos a favor de las TICs en las aulas defienden su postura argumentando que siempre debe hacerse teniendo en cuenta criterios pedagógicos: “Un lápiz y un papel o un iPad pueden ser tremendamente útiles o perjudiciales en función de cómo se plantee su uso”, explica Manuel Fernández Navas docente de Didáctica de la Universidad de Málaga (UMA), en una entrevista publicada en la revista (nº 52, noviembre-enero 2024). Con ello, el profesor universitario se refiere a la importancia de determinar cómo se utiliza la tecnología y con qué fin, no en si se emplea con demasiada frecuencia.
Precisamente, esa es la finalidad de la Tecnología Educativa, un concepto creado en 1954 por el profesor Burrhus Frederik Skinner, de la Universidad de Harvard (Massachusetts, Estados Unidos). En España es una materia que se imparte –en la actualidad, en el Grado de Pedagogía– desde los años 70 del siglo pasado y cuya misión es que los futuros pedagogos aprendan a reflexionar, comprender y proponer actuaciones que relacionen tecnología y educación. Es decir, que sean capaces de utilizar la tecnología en el aula siempre desde una perspectiva pedagógica y con un fin concreto de aprendizaje. Se trata de responder a ¿por qué y cómo utilizarla? en la escuela.
Fuente: Lucía García López / educaciontrespuntocero.com