En los últimos años han aparecido algunos discursos antitecnología que defienden que no se debe exponer a los niños y los jóvenes a ningún tipo de pantallas. Una postura que, unida a los riesgos que el uso de internet y redes tiene para los menores, ha derivado en una visión antitecnología también en el ámbito educativo. Sin embargo, es un planteamiento que confunde y mezcla contextos.
Noticias y entrevistas en las que algunos gurús tecnológicos reconocen que llevan a sus hijos a escuelas antitecnología han suscitado el debate. Pero este posicionamiento no es nuevo, ya que a mediados de los 80 del siglo pasado se crearon escuelas sin tecnologías en torno a Silicon Valley, a demanda de los grandes empresarios tecnológicos. Fue así como surgieron centros como Waldorf School of the Peninsula y las Brightworks School. No obstante, asumir que la tecnología es nociva por este hecho es un planteamiento demasiado reduccionista.
Gurús no tan radicales
Si vamos más allá de los titulares, veremos que, en general, las declaraciones de varios de estos profesionales son menos radicales. En el proyecto Makerspaces in the early years, financiado por la Unión Europea y liderado por la investigadora británica Jackie Marsh, se exploró el posible rechazo a la tecnología por parte de esta élite tecnológica.
Los resultados pusieron de manifiesto que estas familias rechazan que los niños pasen mucho tiempo “sin sentido” delante de las pantallas, pero no el uso creativo y productivo de estas herramientas. De hecho, muchos de estos gurús tecnológicos indican que aprender a programar es una competencia básica de este siglo y el propio Tim Cook, director de Apple, defiende la integración de la programación en edades tempranas.
Lo que especifica, como se puede ver en esta entrevista publicada en The Guardian, es que es importante hacer un uso razonable de la tecnología y poner límites.
En 2013, muchos de estos profesionales participaron en una iniciativa que promovía la formación en programación, con el título What most schools don’t teach (Lo que no enseñan la mayoría de las escuelas), y denunciaban que solo una de cada cuatro escuelas enseñaba programación, y hablaban de la importancia de aprender estas habilidades.
Un medio, no un fin
Esto implica una visión más realista con el mundo actual en el que vivimos, y no una negación absoluta de cualquier tecnología. No olvidemos que uno de los principios básicos de la Tecnología Educativa como disciplina es que la tecnología no es un fin en sí mismo, sino un medio (para crear, superar barreras comunicativas, expresarnos, etc.).
Que Bill Gates (cofundador de Microsoft) no dejara a sus hijos utilizar el móvil en la mesa y no les permitiera disponer de uno hasta que tuvieron 14 años no es estar en contra de la tecnología, es educar en un uso adecuado y responsable de la misma.
El ejemplo de los mayores
El estudio Young Children and Digital Technology, llevado a cabo en 2017 en 21 países de la Unión Europea, concluye que, en general, en Europa los niños de 0 a 8 años aprenden a usar las tecnologías viendo el uso que hacen sus familiares.
En los casos de niños que acuden a escuelas que han implementado las tecnologías en la educación, los alumnos son más conscientes de sus riesgos.
El estudio también indica que las familias favorecidas socioeconómicamente son más conscientes de los riesgos y los problemas de abuso de las tecnologías, por lo que son más restrictivas con el tiempo al que se exponen los niños a ellas.
El peligro de la brecha digital
Una formación de niños y jóvenes del siglo XXI exenta de tecnologías implica eludir el protagonismo que las tecnologías digitales tienen en todos los sectores de la vida. Organismos como la UNESCO y la Unión Europea destacan la competencia digital como una de las competencias básicas del ciudadano del siglo XXI.
Una buena alfabetización digital nos ayudará a que niños y jóvenes sean más conscientes de los riesgos y las posibilidades de las tecnologías digitales, favoreciendo así un buen uso de las mismas.
Tecnologías en el proceso educativo
Por tanto, es imprescindible trabajar en el ámbito familiar y educativo los riesgos de las tecnologías, pero también es fundamental que desde las escuelas se integren, desde una visión metodológica y no instrumental, para favorecer el desarrollo de la competencia digital del alumnado.
Tras la pandemia de covid-19, la UNESCO destacó la importancia de las tecnologías para enriquecer el proceso educativo, pero también alertó del riesgo de que ayuden a profundizar en las desigualdades. En este sentido, si no introducimos la tecnología en las escuelas podríamos estar contribuyendo al aumento de la brecha digital.
No todos somos gurús informáticos que podamos ayudar a nuestros hijos con estos temas. En el mundo actual en el que vivimos, no podemos hablar de desterrar las tecnologías. Lo que podemos hacer es propiciar una integración racional, fundamentada en la Tecnología Educativa, que posibilite el desarrollo de la competencia digital y el uso saludable de recursos que son imprescindibles en el siglo XXI.
Fuente: María del Mar Sánchez Vera y Isabel Mª Solano Fernández / theconversation.com