“¡Profe, me muevo! ¡Estoy dentro del coliseo romano!” gritaba Pablo, girando la cabeza de un lado a otro, intentando seguir la carrera de cuadrigas con las gafas puestas y los brazos extendidos. A su lado, Lucía se inclinaba hacia atrás como si temiera que los gladiadores pudieran empujarla “¡Mira ,Rafa, parecen de verdad!”, me decía entre risas.
Un murmullo de asombro recorría toda la clase junto a expresiones como: “¡Se oyen los gritos del público!”; “¡Hay fuego! ¡Están luchando!”; “¡Estoy encima del acueducto! ¡Mira el río!”; “¡No quiero quitarme las gafas todavía!”…
En apenas unos minutos, la clase se había transformado en la antigua Emérita Augusta. Los niños no estaban leyendo sobre Roma, ni viendo vídeos ni fotos: estaban paseando por ella. Algunos se agachaban para mirar los mosaicos del suelo, otros giraban la cabeza buscando a los soldados que oían detrás.

Vivir la historia
Durante décadas, la idea de viajar al pasado parecía algo exclusivo de la ciencia ficción. Hoy, gracias a la realidad virtual, los estudiantes pueden cruzar las puertas del tiempo sin moverse de su pupitre. Solamente necesitan un visor de cartón, un teléfono inteligente o tableta y una aplicación gratuita que recrea escenarios históricos en 360 grados. Pueden mirar en todas direcciones, moverse libremente por calles, templos o anfiteatros; explorar ciudades romanas, griegas, medievales… observar sus foros o el bullicio de una batalla.
¿Influye esto en cómo aprenden? ¿Recuerdan mejor? ¿Se sienten más motivados?
Para responder a estas preguntas, realizamos un estudio con alumnado de Educación Primaria. Descubrimos que no solo obtenían mejores notas sino que también mostraban más motivación y más curiosidad que en las clases magistrales basadas en el libro de texto. Son resultados que coinciden con otros estudios nuestros e investigaciones que destacan las ventajas de la interactividad y la inmersión en el desarrollo de una representación espacial de los contenidos, el incremento de la motivación intrínseca y su potencial para estudiantes con dificultades de aprendizaje, como la dislexia.
Cómo ponerlo en marcha
En esta experiencia concreta, cerca de 100 estudiantes de cuarto de Educación Primaria de tres colegios de Castilla La Mancha, en España recorrieron virtualmente la ciudad romana de Emérita Augusta (la actual Mérida). Cada estudiante exploró de forma individual la reconstrucción digital de la aplicación educativa VirTimePlace. No se trataba de ver un vídeo, sino de entrar en el escenario.

Ellos podían desplazarse libremente por las calles, girar sobre sí mismos, mirar hacia arriba para contemplar los templos o acercarse a los mosaicos del suelo.
Cada movimiento cambiaba su punto de vista y la ciudad reaccionaba a su mirada, generando una sensación real de presencia. Por unos minutos, el aula desapareció: solo existía Emérita Augusta, viva ante sus ojos.

De acuerdo con nuestra evaluación posterior del proyecto, los alumnos que vivieron la historia desde dentro comprendieron mejor los procesos históricos y mostraron una motivación mucho más alta que quienes aprendieron con el libro de texto tradicional.
La emoción como motor de aprendizaje
Tras comprobar que esta experiencia mejoraba la comprensión y la motivación con los contenidos históricos, quisimos dar un paso más y conocer cómo influía esta tecnología en quienes pronto estarían al otro lado del aula.
Con este nuevo estudio con estudiantes del Grado en Educación Primaria, futuros maestros y maestras, pudimos comprobar que la inmersión virtual no solo aumentaba su motivación y curiosidad, sino que también transformaba su forma de concebir la enseñanza de la Historia.
Muchos reconocieron que, por primera vez, entendían cómo despertar en su futuro alumnado la misma emoción y deseo de aprender que ellos habían sentido dentro de aquel mundo virtual.
La otra cara: problemas que debemos afrontar
No obstante, no todo es tan fácil. En la revisión sistemática que publicamos recientemente identificamos las principales barreras que frenan su expansión:
- Problemas técnicos y económicos. Desde el coste del equipamiento, falta de dispositivos suficientes para todo el alumnado o las deficiencias en la conexión a internet.
- Dificultades de uso, como la necesidad de calibrar dispositivos, los mareos o la fatiga por un uso prolongado. Sin embargo, la mayoría de los estudios revisados coinciden en que estos efectos son temporales y fácilmente evitables, limitando la inmersión a periodos cortos.
- Escasa formación docente. Algunos estudios incluidos señalan como una barrera clave la capacitación del profesorado. La solución pasa por incorporar estas herramientas a los planes de estudio del Grado de Educación Primaria y a la formación permanente, de modo que los docentes no solo aprenda a usarlas sino a diseñar actividades significativas con ellas.
- Riesgo de superficialidad. Por eso, más que dejar al alumnado “solo” dentro del entorno virtual, se recomienda combinar la experiencia con una guía activa del docente: primero, los estudiantes exploran el escenario histórico mientras que el docente comenta detalles, plantea preguntas y orienta su mirada hacia los elementos clave. Después, ya sin gafas, se contrasta lo que se ha visto con imágenes o textos del libro de Historia. Finalmente, el grupo reflexiona sobre cómo vivían las personas de esa época y qué aspectos del pasado se entienden mejor tras haberlos experimentado.
De este modo, la inmersión no sustituye la explicación, la complementa; la emoción se transforma en comprensión.
De la fascinación a la pedagogía
Las mejores experiencias con realidad virtual son las que integran la inmersión con la reflexión, y no terminan al quitarse las gafas. Por ejemplo, en nuestras clases universitarias, los futuros docentes visitaron virtualmente una ciudad romana y, después, diseñaron actividades para que su alumnado analizase la organización social o los valores culturales observados.
La realidad virtual se convierte así en un punto de partida para el pensamiento crítico, no en un fin en sí misma. Tras la tecnología, llegaron las preguntas y el diálogo posterior. Finalmente, debemos evaluar con rigor, para garantizar que la emoción inicial se traduce en aprendizaje real. Es imprescindible comprobar si lo vivido se ha entendido de verdad.
Esta tecnología puede facilitar una aproximación a la asignatura de historia más realista y vivencial, aumentando la motivación y la curiosidad, mejorando la comprensión y la implicación, y reforzando la conexión con el pasado.
Fuente: Rafael Villena Taranilla / theconversation.com

