La gran encrucijada que viven muchas instituciones educativas en el Perú en estos tiempos de cambios y desafíos se centra justamente en el uso de la tecnología en el aula. Mientras esta se encuentre en manos de los docentes, parece que no hay problema, pero si esta se traslada a las manos y bolsillos de los estudiantes, entonces en muchas instituciones aparecen las normas y reglamentos que no autorizan el uso de los celulares o tablets por parte de los estudiantes en al interior de la institución educativa. Esta contradicción que se muestra como una de las incoherencias entre lo que entendemos por enseñanza y aprendizaje, termina siendo un gran problema por resolver.
Lo cierto es que los denominados nativos digitales, son estudiantes que dan el uso a la tecnología de una manera espontánea y natural, tal como la han encontrado en su medio desde que nacieron y por lo tanto le asignan el papel principal de ser canales de expresión y comunicación permanente con sus amigos, lo cual lo hacen principalmente a través de redes sociales mediante las cuales se mantienen informados entre sí, de acuerdo a los intereses propios de su edad. Sin embargo si hablamos con ellos sobre otras formas de uso de estos medios, probablemente no responderán y no considerarán su uso como recurso valioso para su aprendizaje.
Ante esta realidad existe una gran responsabilidad por parte de la institución educativa. En muchos casos esta se ha centrado en un aspecto restrictivo del uso de la tecnología en los escenarios educativos en lugar de optar por ser un escenario óptimo para los estudiantes brindándoles la oportunidad de aprender a usar la tecnología como un medio valiosísimo en la construcción de sus saberes.
Esta situación puede tener diversas causas en el Perú, las cuales se movilizan desde un equivocado concepto de disciplina en el que se considera que niños y adolescentes serán imposibles de controlar en el aula con un celular en la mano, por lo cual es mejor que no lo tengan, hasta un proteccionismo amparado por la vivencia de una inseguridad ciudadana en que los robos de celulares son tan cotidianos que por lo tanto se llega a la misma conclusión, es decir, hay que evitar el peligro y por lo tanto la tecnología debe quedarse en casa.
Como vemos, hay múltiples razones que se esbozan para impedir el arribo de la tecnología a la educación básica, pero lo cierto es que en algunos casos empieza con el temor de los maestros por su carencia de competencias digitales, lo cual les impide tener perspectivas diferentes sobre su uso y en otros casos son los directivos quienes están lejos de entender el uso de la tecnología como recurso valioso tanto para el docente como generador de situaciones de aprendizaje, así como para el estudiante en su rol activo y permanente de interacción con el medio para aprender y en el cual el uso de la tecnología sería un elemento muy motivador.
Estas apreciaciones son las que enmarcan una situación presente en un buen número de instituciones educativas con realidades diversas. Sin embargo, a pesar de lo señalado, progresivamente las TIC se van abriendo paso y cada vez se incrementa el número de docentes que buscan formas de acercarse a estos valiosos recursos y en forma conjunta con sus estudiantes van construyendo aprendizajes, mediante experiencias insospechadas que no podrían darse sin estos importantes recursos que no pueden estar más tiempo lejos del proceso educativo.
Son tiempos de cambios y todo cambio es difícil pero felizmente hay quienes ya han empezado actuar. Es de esperarse que la reflexión permanente en la búsqueda de la optimización de los aprendizajes de los estudiantes permita que cada vez más instituciones adopten formas de gestión que respondan a las exigencias y demandas de un mundo en el que la tecnología se convierte en uno de los más valiosos soportes pedagógicos para la acción docente.
Embajadora Digital en Perú, Dra. María Elena Dávila Díaz