La construcción de la escuela inclusiva comienza en las tutorías y también acaba en las tutorías, si estas no funcionan bien. El conocimiento detallado de cada estudiante (incluyendo la información sobre su familia y sus circunstancias), la preocupación por cuestiones como su bienestar personal, la buena convivencia en el aula y en el centro o el seguimiento de su aprendizaje, la posibilidad de promover la coordinación de todo el profesorado que enseña a un mismo grupo-clase o el contacto directo con las familias son algunas tareas propias de la tutoría que resultan fundamentales, en cualquier etapa y contexto, para que aspiremos a conducir a todos nuestros estudiantes a lo largo del sistema educativo de manera satisfactoria.
Sin embargo, las señales de que la tutoría está en crisis se multiplican, como viene denunciando mi amigo Miguel Rosa cuando escribe desde su azotea. En muchos centros la crisis ha acabado con los recursos humanos y el tiempo para que la tutoría se pueda realizar en condiciones profesionalmente dignas: la tutoría sufre el síntoma de la consulta del ambulatorio y se ha vuelto en muchas ocasiones breve en el tiempo y superficial en el contenido. Con esta crisis, en mi opinión, se resquebraja todo el edificio de la escuela inclusiva porque sin la tutoría no tendremos ni la información ni la coordinación necesarias para acometer actuaciones que permitan conocer y ayudar a todos los estudiantes, además de prestarle ayuda en cuestiones tan importantes como la orientación académica o profesional, promover una buena convivencia o garantizar las condiciones para la educación para la igualdad entre mujeres y hombres.
Por otro lado, frente a esta crisis de la tutoría tradicional se ofrecen hoy al docente y a los centros educativos diversas posibilidades que he optado por agrupar bajo la etiqueta de tutorías emergentes, no tanto por resultar novedosas sino por brotar ahora poderosamente en centros educativos que quieren crear para y con sus estudiantes “entornos seguros donde se atiendan tanto los aspectos de bienestar socio emocional como el seguimiento de su aprendizaje”, como explica Juan de Vicente Abad (2010) en su libro Escuelas sostenibles en convivencia.
Entre esas propuestas de tutorías emergentes podríamos incluir cuestiones como las tutorías entre iguales, la mentorización, el aprendizaje diversificado o el diseño universal de aprendizaje, pero hoy queremos destacar el Aprendizaje Cooperativo. Con muchos años de experimentación e investigación, el Aprendizaje Cooperativo se ofrece como una estrategia de gestión del aula y el centro que permite mejorar la convivencia y garantizar situaciones de igualdad entre niñas y niños además de favorecer el aprendizaje y el desarrollo de las competencias de manera generalizada. Es más, o precisamente por esta razón, en los últimos años ha crecido exponencialmente el número de experiencias de formación sobre Aprendizaje Cooperativo en todo tipo de centros educativos y aumentan en la red los materiales y recursos disponibles para saber qué es y cómo se pone en marcha el Aprendizaje Cooperativo en el aula y en el centro.
Por: Fernando Trujillo
Conclusión
El Aprendizaje Cooperativo es un recurso educativo que cuenta con un gran potencial para el desarrollo educativo de nuestros alumnos. Si se utiliza correctamente, puede aportarnos muchas satisfacciones, además de consolidar muchos de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Por: Prof. Alan Chalco Denegri