La pandemia de covid-19 nos desafía a pensar en un nuevo humanismo pospandemia, en el que se promueva una solidaridad planetaria para vencer a la amenaza del coronavirus y en el que se identifica a la tecnología como un aliado estratégico, que ha garantizado la continuidad de la cotidianeidad humana en tiempos de confinamientos y paralizaciones totales.
En los inicios de la pandemia, las personas no se encontraban en el espacio físico de trabajo o de nuestras actividades diarias como era habitual antes de la crisis planetaria de covid-19, pero se conectaban y se comunicaban a través de diferentes plataformas virtuales o dispositivos tecnológicos.
La propuesta de un nuevo humanismo postpandemia no se constituye en un transhumanismo en la perspectiva del mejoramiento de la especie humana para llegar a una condición superior al Homo sapiens a través de la tecnología.
Tampoco es un poshumanismo ligado a la ciencia ficción y cuya concepción difusa se centra en la incertidumbre y en la posibilidad abierta e interpretativa de una superación de lo humano a través del traslado de la mente humana a un ordenador, o el surgimiento de un avatar, o convertido en un cíborg o ser biónico ante una realidad amenazada y en cuidados intensivos por el avance y la superación tecnológica.
Un nuevo humanismo pospandemia busca una integración efectiva con la tecnología como mediación y no como fin en sí misma. Permite la interconexión entre los seres humanos desde sus lugares de residencia en una solidaridad planetaria que hace prevalecer un distanciamiento social como estrategia de supervivencia humana en tiempos de pandemia. A su vez, este nuevo humanismo considera el domicilio o residencia como un nuevo espacio híbrido, en el que conviven e interactúan el teletrabajo, el telestudio y las labores domésticas.
Un nuevo humanismo pospandemia plantea que la vida no se detiene a pesar de los desastres naturales, las pandemias y ante cualquier tipo de amenaza externa. Tanto la tecnología como la conectividad se presentan como aliados para garantizar una cotidianeidad digital para generar trabajo, continuar con los estudios, comunicarnos entre seres humanos y estar informados.
Ética digital
Para comprender el humanismo pospandemia, es indispensable que se fundamente desde una ética digital como punto de partida para una reflexión en torno al ser humano y su relación con la tecnología y la naturaleza. De hecho, el acceso a internet y las redes sociales evidencian que una convivencia humana mediada por la tecnología marcará los estilos de vida de las presentes y futuras generaciones digitales.
Una realidad condicionada por la incertidumbre y el desencanto humanos se confronta con una digitalización de la vida humana. Aquellas lógicas antropocéntricas dan paso a nuevas lógicas ecocéntricas; del pensamiento complejo se pasa al pensamiento computacional; del espacio físico, a la temporalidad territorial; de la sociedad 1.0, a una sociedad 3.0, a una industria 4.0 y a una red 5G.
Una ética digital se convierte en una opción para la construcción de principios, valores, deberes y derechos que guíen la acción del ser humano en el mundo digital. Este tipo de ética aplicada resulta indispensable para plantear una ética para las generaciones digitales en la que se legitime la dignidad humana y el cuidado del ambiente como a priori fundamentales para una ética digital.
Esta ética plantea varios desafíos para nuestro contexto actual, tales como la gestión de una información veraz, la construcción de una ciudadanía digital, la reducción de la brecha digital, la búsqueda de una conectividad para todos a través del acceso a internet como un derecho, la prevención de riesgos y vulnerabilidades en el ciberespacio, una identificación y promoción de valores a través de los medios digitales y las redes sociales, entre otros.
En este sentido, la tecnología no se convertiría en un fin en sí misma, ni tampoco debería ser la causa para propiciar nuevas minorías del poder del conocimiento que generen nuevas brechas digitales y promuevan procesos de exclusión y marginalidad digital en la población. La tecnología, de por sí, debe constituirse en una mediación para el acceso libre al conocimiento y a la información, siempre y cuando se garantice la universalización de la conectividad.
Beneficios para el medio ambiente
Por otro lado, una ética digital promueve el cuidado del medio ambiente. La digitalización de la información reduce el consumo y la producción del papel físico y de la generación de documentación impresa. De esta manera, se contribuye a la preservación del medio ambiente, evitando la tala de árboles, y de la contaminación producida por la basura y la quema de bosques.
Ante este escenario, la computación de la nube (cloud computing) se presenta como una alternativa para la preservación ambiental. Se han trazado varias hojas de ruta para la promoción de políticas públicas que promuevan el uso de las tecnologías para la sostenibilidad medioambiental y la mitigación del cambio climático, entre otros.
Pero una ética digital no solamente se ciñe a una preservación el entorno medioambiental, sino también a una gestión de riesgos ante los desastres naturales. Las herramientas tecnológicas pueden ayudar en situaciones de emergencia, y a una comunicación y coordinación con lugares golpeados por algún tipo de desastre natural.
La colaboración digital en las redes sociales, en los blogs y en las aplicaciones móviles ha permitido compartir información y conocimiento de una manera continua y permanente en el mundo digital, considerando la colaboración como un valor ético indispensable en tiempos de redes e internet.
Por otro lado, una ética digital, más allá de una ciudadanía digital activa y participativa en los nuevos territorios y comunidades virtuales, contribuye a fomentar un voluntariado digital por causas nobles, que implique un valor agregado en el activismo por causas. En este sentido, el voluntariado digital puede contribuir a buenas prácticas sociales y de donación de tiempo en el mundo digital.
Inteligencia artificial
Una ética digital considera una ética de las máquinas, lo que implica plantear cuál es el presente y el futuro de la inteligencia artificial. La inteligencia artificial puede beneficiar la calidad de vida de los seres humanos, pero también puede rebasar la propia condición humana a través de una inteligencia superior.
Hay algunas investigaciones que han empezado a mencionar una moralidad artificial, que permita valorar artificialmente lo bueno y lo malo, o reflexionar sobre el presente y futuro de la inteligencia artificial a través de una ética de la responsabilidad.
Uno de los retos de una ética digital es reflexionar y cuestionar la autonomía de una inteligencia artificial como fin en sí misma. La clave consistirá en aplicar un principio de beneficencia para que los seres humanos utilicen la inteligencia artificial como un medio y en beneficio de la mejora de la calidad de vida y no cobijarla bajo una propia e ilusoria autonomía. De hecho, se requiere de sujetos pensantes y éticos para el uso de la inteligencia artificial en las máquinas y en los robots. Por lo tanto, lo que puede proponer una inteligencia artificial es la simulación de una autonomía, mas no la autonomía humana en sí.
Ante el dolor y la muerte que la pandemia ha ocasionado en el planeta, ella nos resitúa en la realidad de nuestra condición humana: vulnerable ante la enfermedad, pero resiliente y optimista por encontrar nuevas oportunidades, configurar un nuevo orden, empezar a vivir en una nueva normalidad.
Un nuevo humanismo pospandemia reconoce el surgimiento de una generación digitalizada que se ha abocado al uso diario de la tecnología para comunicarse e informarse, para mantener las relaciones interpersonales, para continuar con el trabajo y el estudio, para convivir y hacer presencia en el mundo digital mientras la pandemia continúe.
La tecnología, internet y las redes sociales irrumpieron para posicionarse en estos tiempos de covid-19. El retorno a una normalidad pos-covid-19 invita a pensar en un nuevo humanismo que articule la relación del ser humano con la tecnología y el medio ambiente para aspirar un mundo más justo, más solidario, más compasivo, más humano.
Fuente: Prof. Jorge Balladares/ theconversation.com